Solucionada su aversión por las etiquetas, nos confirma que era su primera vez con el yoga y que por qué no seguir intentándolo, pero que lo que a ella le va es encerrarse en un cubo a primera hora de la mañana durante 30 minutos para practicar magali, una especie de entrenamiento militar. Allí  se “emociona” mientras entrena al son de “mezclas de música que pueden tener una sesión de Ibiza relajada, pero con un bajo machacón”. Clases de alta intensidad para desconectar que poco se asemejan al espíritu yogui. Ver noticia completa

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